domingo, 27 de junio de 2010

La producción de alimentos tiene que ser local







Claudia Giaccone es ingeniera agrónoma y delegada de la Oficina Regional Sur de la Subsecretaría de Agricultura Familiar de la Provincia de Santa Fe, una de las principales áreas agrícolas de la Argentina. Desde 1996 los sucesivos gobiernos han promovido la siembra de soja transgénica, pero no todos los sectores del Estado comparten este criterio.

En conversación con PATRICIA , Giaccone relata cómo se busca una alternativa trabajando en conjunto con pequeños productores, repasa las dificultades a superar y aventura para el futuro un pronóstico complicado pero con oportunidades de cambio.

Qué actividades desarrolla la oficina que usted dirige?
Estas delegaciones son muy nuevas, nosotros empezamos en abril del 2009. Queremos recuperar la agricultura familiar, desterrar el mito de que no hay agricultores familiares, vamos pueblo por pueblo donde hay decenas de horticultores que son los que antes proveían a las localidades y ahora están desplazados por mercados concentradores muy grandes, que venden alimentos traídos de lejos.

Estamos buscando a aquellos que tenían huertas, rescatándolos para que produzcan de manera agroecológica, ponemos ferias alternativas. Sé que es algo muy complicado, todos dicen que el mercado se los va a comer, pero intentamos concientizar a la gente de que ellos pueden tener productos alimenticios sanos al lado de su casa y así abandonar los que vienen de lejos y llenos de conservantes. Estamos promoviendo las ferias de horticultores, ayudando a los productores de huevos, criadores de cabras, gallinas, cerdos, etcétera.

¿Qué se siembra ahora en esas huertas?
Se siembra soja. Es un modelo extensivo de producción de alimentos, con un sistema tecnológico muy aceitado, muy fácil para el productor, de alta rentabilidad, que realmente ha significado números fuertes en las exportaciones, en las divisas, en la balanza de pagos, un ingreso al país.

Sobre la soja no se hablaba tanto hasta el debate grande que se armó en torno a la disputa por las regalías en marzo del 2008 [paro de los productores de soja en protesta contra el aumento de las retenciones a las exportaciones]. Allí salieron a la luz muchas aristas que tiene este modelo de producción, y creo que es muy sano ahora, después de esa crisis, empezar a discutir el uso de la tierra, si la tierra es un recurso natural o es un bien social, si los recursos son públicos cómo hay que manejarlos, y que todos tenemos un poco de responsabilidad sobre eso, ya que la propiedad privada tampoco es de derecho absoluto o intocable, que hay fines y utilidades públicas que están por encima.

Después de esa crispación y discusión tan fuerte que hemos tenido, ahora [la cuestión] se va decantando y nos está poniendo a pensar de qué manera —porque tampoco es fácil— podemos ir reconvirtiendo las facetas más problemáticas de este modelo, sin afectar lo que dentro del país es una de las variantes de producción; por eso la discusión sobre la extensión de las fronteras agrícolas, ya que para eso hay que desforestar, o discutir el uso de sustancias químicas, que se ha comprobado que son nocivas para la población y para los animales. La crisis tiene que servir para discutir más a fondo, adultamente. Y toda la comunidad, no sólo los afectados.

¿Los cultivos orgánicos son una alternativa?
Sí, de a poco estamos trabajando en nuevas leyes para la provincia. Una propuesta pretende reconvertir el sistema de producción agropecuaria en su totalidad, admitiendo que es muy difícil. Sabemos que va a tener que ser por etapas, y que es un proceso, porque este sistema tecnológico de la soja tiene un alto grado de infiltración cultural, si lo vas a suplantar por otro debe tener la misma facilidad de incorporación en los productores, en todo el sistema comercial y de servicios.

Va a ser muy difícil, pero para empezar a discutirlo serviría otra ley, de cinturones periurbanos agroecológicos. Se trata de que cada localidad tenga alrededor de su radio urbano un cinturón de 500 metros de ancho donde cualquier producción sea cultivada con sistemas agroecológicos, pero sobre todo de alimentos, porque el objetivo es la soberanía alimentaria, la diversidad, calidad y cantidad de los alimentos. Se puede; sabemos que lleva más mano de obra y menos rentabilidad, pero hemos de trabajar para que la gente entienda que los modelos rentísticos traen malas consecuencias.

Hay que aprovechar la evidencia de la crisis climática, de la cual hoy ya todos nos dimos cuenta, no sólo las agrupaciones ecologistas. Este emergente nos da la oportunidad de preguntarnos qué estamos haciendo con nuestro planeta. Y estos cinturones productores de alimentos nos ayudarían a recuperar la concepción de que la producción de alimentos tiene que ser local. Porque a la vez de tener los alimentos al alcance de tu mano, cercanos a los hogares, también se crean nuevos puestos de trabajo, ocupando mano de obra local, logrando cumplir también el objetivo de que cada comunidad sea motor de su propio desarrollo.

¿Cómo se implantarían estos cambios?
No se pueden implementar velozmente ni de forma conflictiva; será de a poco. Ya hay dos comunidades en esta provincia con ordenanzas en este sentido, San Genaro y San Jorge, planteando un cinturón de 500 m. para cultivos agroecológicos, lo que significa que allí no se puede fumigar con agrotóxicos. Son oportunidades que no debemos perder, hay que discutir con madurez y con sinceridad, develando muchos estudios y datos que no tienen mucha prensa pero que hay que conocer.

Yendo pueblo por pueblo, allí nos encontramos con aquella persona que vive lindante a un campo sojero y no puede tener ni una flor en su casa, ni una planta en su vereda porque se le muere. Y ni hablar de agricultores familiares con malpariciones en sus vacas, hijos nacidos con malformaciones, etc. El daño que se está sufriendo es muy evidente.

Los cambios debemos hacerlos entre todos, no es contra los productores de soja, es por ellos también porque igualmente conviven con estos tóxicos, y sus hijos y conciudadanos sufren las consecuencias. Habrá entonces que avanzar, sin perder este discurso de la productividad, del mercado externo, de industrializar los productos que nuestra tierra nos da, pero analizando de qué manera vamos a trabajar, con qué sustancias y cómo priorizamos también a los excluidos del campo, miles de productores sin tierras. En este trabajo, si se van incorporando todos los actores, uno puede ser muy optimista

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